MIS EPIGRAFES



Soy un castillo errante construido por un ahorcado.

Oh gemela incendiada por la resurrección que habitas este corazón quemado.

Fantasma que entierras tu clavel en este corazón antiguo.

Ella vivía en un corazón quemado.

Recorrí tus entrañas quemándome y temblando.

Sirena demencial labrada por los demonios.

No estoy muerto aún, tinieblas!

Oh silueta impiadosa, sangre de los patíbulos serás juzgada y condenado por la carne y la sangre de los muertos.

Yo recojo la última ceniza.

Juega, juega oh pequeña con mi corazón de porcelana.

Ay muñeca abismal que abriste los ojos sólo para morir.

Cuentas con el mar para brillar, la noche para morir y “el mundo entero para esconderte”

El amor es un rostro que no se elige.

El coral y el pájaro asoman de su frente y juntos esperan el amanecer.

Recorrí tus entrañas quemándome y temblando.

De ella brotan todas las melodías del mundo.

Ella habitaba un corazón quemado.

Me queda un solo día para convertirme en plegaria y abolir la tempestad.

Cuervo, criatura inmóvil como un rayo en el lecho maldito.

Yo te maldigo por ser más que la tierra.

Mi espuma la finge y la adolece como a una estatua enferma.

Fantasma que entierras tu clavel en mi antiguo corazón de mármol.

Su mirada contiene los paisajes del mundo y la última puesta de sol.

El cuenco venenoso del cual bebí todo su cuerpo.

Sus lágrimas de cigüeña exhausta y de clavel preñado cayendo al abismo y salvándome.

La noche se construye en éxtasis de silencio.

Grito impreciso de alondra.

El instante es un minuto salvaje que se detiene a devorarnos lobamente.

Silencio: es la noche llamando a los rezos. Unamos las manos en plegaria.

Su música al alejarse se volvió una lámpara de humo (paráfrasis de apollinaire)

el tacto de la bruma. El zarpazo de la noche.

Esta mano me arrastró hacia la tumba .

En tu mármol velado huelo el letargo de los muertos.

Mármol sangrante de los muertos.

¿Cuál de tus estrellas es la más solitaria?

Vuelve en la mitad oscura y habita en el relámpago.

Contigo aré la huella de lo desconocido.

Deja entrar al infinito por los ojos de los muertos.

Desnuda está la noche y ebria la carne de los muertos.

El instante es un muro terrible, un lobo siempre inmenso y oculto.

El mar todo lo sabe y todo lo oculta.

Oh mujer , los muertos escapan de ti como de un salmo.

Un ángel infernal aullándole a la muerte.

Tú sola tocas a los ángeles.

¿Quién eres tú que siempre naces / has nacido antes y después de mi plegaria? (paráfr. Dylan & Ceselli)


de 2003-2008

Silbando caminan la mitad de las flores.

La otra mitad se deja guiar por una casa transparente

Yo no sé cuándo comenzara el mundo.

Y si esta copa burlona beberá el centro de mi corazón o lo dará de comer a los pájaros

hay que poner bajo llave a las estatuas pisando hilos de fuego y mármoles vacíos

con la seguridad del reloj los juegos del piano responden a las confidencias.

La bruja gris de los reparos.

Rebuzna el llanto de la piadosa en el cabaret satánico.

Como una esfinge cercana al precipicio.

La ruleta coloniza el horror.

Retengo este corazón en mis manos este hijo de sangre y oro que derrama sobre él. Mundo todo el caudal de su fiebre/ clamando a las puertas de un hogar ancestral.

Mi vejez de almizcle cuenta una historia circular.

La condesa litúrgica galopa en el Scirocco.

Alguien quiere imitar el remordimiento lujoso del gato?

La virgen de almizcle universal tiembla ante el recuerdo de su amado, cuenta los latidos, santifica. La ausencia y vierte su corazón en una urna griega, con un candado sembrado de rubíes.

He visto rechinar mi candelero de ceniza en la profundidad de la tierra.

Un cataclismo de sepia duerme cerca de una laguna.

Un cisne envolverá los climas de la sala final con los colores de la resurrección.

He conocido el hechizo de los juguetes.

Los pescadores de la sangre entregan girasoles a las sirenas montados en caballos de esmeralda.

Nada la serpiente en el reino de la nada cambia la palabra en el hogar triunfal y es una esfinge de raso andrajoso entregada a los perros, con ropajes de ceniza en un rincón cercano a la piedad.

Un pecado furioso respira cicuta en un hueco de hotel de los rabinos.

Construir un embudo para cernir los trucos amarillos.

El dragón presiente el eco de la tormenta pero no la tormenta.

Bellamente mueven las olas de diamante los demonios ausentes, dementes, delirantes.

El traidor sonríe con un rugido septentrional.

Una biblioteca de monstruos. Desaparece misteriosamente como una ciruela en el portal.

En las puertas de tu iglesia vive el perro ciego de la conmiseración.

Un tiburón ausente derrumba un circo.

El mal no dudara entre el ocaso y la lírica

elegir el duende tenebroso del océano.

Estas silenciosas columnas del deseo limpian los dados del azar.

Las cruces suman gusanos. Las grutas siembran botones.

Botella pequeña de coronas en letargo.

Legión violada de guadaña perpetua.

Los leprosos pierden los guantes como el aire sus espejos.

Te entrego mis violetas en pálido letargo con el perfume sutil del láudano con el oro glacial de los difuntos.

Un mástil no debería ocupar lugar en mi garganta.

Tienes el perfume de un pul añado de unicornios.

Llega a las ventanas , sube como el fuego el recuerdo de las cosechas.

El repertorio de los canguros será revelado por las voces de la sopa.

Sombrero supremo como un látigo.

Ley de humo y chacal.

Sembrar cigüeñas en el atlántico.

En la altura, entre el pacto y la barca.

Tomar el horizonte demora un minuto.

Es raro el rebaño del gato

lavanda sobre el umbral devastado

Algo espera en el umbral para devastar a la doncella y el cuervo para levantar las cosas.

Cosas como visiones de barro.

Transitar el hielo es elevarse.

Ah qué bello es cuando la gracia devora el horror.

Es colosal cuando el ahorcado quiere responder.

Huella ciega de los cantos.

Una barca como un cuello que se desviste.

En un minuto la ciruela es capitán de la ciruela.

Solo el caracol y la escarcha retroceden/ solo el caracol es la escarcha que retrocede.

Solo el numero devora y espera.

Oropeles como retinas de hospital.

Al principio fui una pálida llaga.

En el pacifico hay un zapato que nunca me han devuelto.

El mercurio tiene un agujero de sangre.

La montaña de oro está en el cielo?

Ese huracán de cascabeles es mi insomnio.

Eres el único en la zona del espejo.

Todos derramamos rayos de miseria.

Alguien cosecha el mar en la ventana y adorna con lentejuelas sudarios y balcones.

La escarcha cortara sus harapos de cristal y esmalte, bailara al compás de los jancitos y revelara la infamia con plegarias, con peste, con júrame y con roca.

Llegará el coloso y su inmóvil oropel de plumas.

Mi compasión por Hungría sólo duro un instante.

Transito ciudades de barro como una ciega lámpara ausente. Devastada por las manzanas y el chacal.

Ahí viene la muerte con sus pacíficos zapatos de hospital.

Detrás del amor, el vapor.

El cordón de las hadas me arrastró hasta la persiana de un castillo donde perdí mi nombre y comencé a girar sobre cosas rotas y desperté picoteando sobre la helada joya de la confidencia.

Nadie llora por los juegos perversos; nadie sabe mi nombre.

Si se unieran los huesos y la gracia, la condesa y el cóndor serían hermanos.

Las hembras ya están de pie en una galería hecha jirones, al reparo de la santa confesión.

El pulso de las hadas se concentra en el hielo la jauría y la peste.

Ahí va el cachorro entre pliegues de inocencia con el amor en los ojos y la muerte en las garras.

El invierno proviene de pequeños planetas peligrosos.

La poesía sólo obedece a los infieles.

En lugares imprecisos llora el polvo indecible de la nada.

Llora el polvo en el cofre de la nada.

Hablemos más con las llagas y menos con las heridas.

Las hadas y las piedras no tienen nada que decirse.

Respondes al ritmo de las violetas con tu cincel subtropical.

Ah! Violenta cabellera acuática rodeada por el mundo.

Hay una bala en mi zapato y un dedal en mi galera.

En las barcarolas viajan cunas con gatillos directo hacia el barranco.

La pantera ha tejido una leyenda donde el culpable es el gato.

Una ciega quietud resbala por el hueco de los glaciares.

Los jinetes heredarán la piedad, el jazmín y la gracia.

Se empollan los corderos del hambre en la perversa rueda de tus labios.

Es un acto impiadoso robar el hechizo a los juguetes.

Sería muy importante jugar al ajedrez con los elefantes.

Manta trivial de jirafas en éxtasis.

Recuerdo apenas el aroma de las manos de la extranjera.

La inocencia es la joya en laberintos de comedia.

Sería muy poco atinado cerrarle la puerta en la cara a un fantasma.

El candado se asemeja y busca la retina.

El canasto de símbolos de los bufones: la revelación del cortejo.

Sinfonía brutal de la ruleta.

He calmado a las sirenas con los siete calamares del siroco.

El sol es un sombrero blindado.

Los tallos del azufre están vacíos.

Asentir atrae tormentas.

Aparta a los niños del ardiente trigo universal.

A pasos del triángulo de almizcle crece lentamente la fiebre sobrehumana.

El vaso, la vela y la verdad se contemplan sin desprecio.

La bruja brutal brota entre brumas de bronce y brocal.

Un sacrificio de hiedras y rebaños; y el sagrado corazón golpeando la puerta.

Mis puños se llenaron de la heroica sal y comencé a reinar elegida por hermosos rebuznos.

Habitaré salas repugnantes de cataclismos.

Recalaron los salmos herméticos sobre mi casa destruyendo todos los rincones.

Los culpables siempre hacen rechinar a los gatos.

Los cuentos redondos galopan con carteles salvajes sobre el rio, en carrozas de roca y sangre.

Llegará mi sarcófago en un carromato, regalando fresias de sarro y carne.

Regiones frenéticas corrompen al rojo.

Mi clandestino reloj errante conoce todos los secretos de las capillas en ruinas.

Caracoles en ronda de colores.

Hace falta cantar en el ébano para dormir y embrujar a los cachorros del arrepentimiento para despertar.

Hace miles de años los búfalos reventaron en confesiones.

A menudo se confunde al rey con el buey porque muy a menudo se parecen.

En el cabaret del rencor habita la doncella embrujada por su capa de rémora y con las manos impregnadas por pálidos sellos satánicos.

Su semblante de candelero se repite en el sexo y el signo del caballo.

Debemos salvar la ruta de las rarezas como una profetisa en su isla de ornamentos.

Por los senderos grises de Normandía se detienen a aullar las mariposas.

Un alce y un alga tienen prohibido hablar de retórica.

Alguien está a punto de ser mortalmente sorprendido.

La ley del cáliz consiste en llorar a distancia.

El puño tienta a los desacertados con una recompensa.

Mi robot opera por clamores rocosos.

Reunámonos en la leyenda anterior.

Llegas mareada, atormentando los sellos.

En el 4to viernes está el tesoro aullando como el profeta dentro de un ovillo.

La asunción del mantel en el umbral.

Imploramos sobre los ladrillos igual que un almirante frente a su taza de café.

Evocó al oso obligado por la jirafa.

La edad de la pluma reside en el edén de la tinta.

Se expresan los oníricos en el camposanto.

Las rejillas del desamor separaban la raíz de la esperanza con el único serrucho.

Bajo el mando exacto del aljibe se frotaba en rollos de íntima ceniza.

No se debe pagar una promesa en público ni en un recinto.

Presiento la ruptura como un tobogán.

Su Partenón pulmonar es rarísimo.

Encontrar anillos sabáticos es algo que incomoda a los nibelungos.

En recompensa por el transistor luego de trasnochar buscamos oros en la rueda.

Desde mi entera y humilde óptica, paliar la antítesis mediante fanfarrias es casi un descredito al desenfreno.

El apotegma tormentoso del sombrero está en el aljibe.

Fue el último año, a ras del rio en el auge del cisne.

Poseía el canto viril y dispar de una fregona.

Eran nutrias que habían salvado a los albatros de una especie de alevosa elección farsante.

Es el sol amén! Ante la urna lucha la llaga por remar en el tarot.

El tonel del sucio ademan.

Alega su aporte la criada como una estaca europea.

Los nautas operan sus vidalas evadiéndose con predicas de sanidad.

Cada vez que mi amado hace ayuno, cualquier brisa es el colmo de su enojo. Como el junco es lindo y nuevo. Ojalá el óxido pardo se parezca a su padre (un galón en pugna por la terna del trono.

Quita ese puño de yute exclame con catarro acuático sobre la pura piel sin pensar en la rima, muy pocos conocen la saga que mi sien quiere unir.

Dentro de la urna está el imán que hace dudar ala más impar de las mantas.

La pared animada asoma su cresta llena de manijas y el mastín ciego alcanza la orilla.

Me acerque a un anticuario con un colmenar, pero había mucho tráfico. Había llegado la tropa de Viena. Se podía percibir su aleteo, si uno estaba atento de no chocar con el decano.

Hurgar más de lo normal: ese es el placer radial.

Encontré mi tálamo en la tinaja aliada a un antiguo caballo.

Por un denario logre hacinar la leyenda llamada necedad.

Pastosa pérgola de los regalos.

Es bueno visitar la red de vez en cuando y en el horno impar de la pompa y el robot convertir el talco y el redil en una sarna rubia.

En Alemania atesorar es ilegal.

El imperial labrador es precario.

Un notario americano debería dedicarse a cosas elegantes.

Es elemental para el patriarca ser permisivo y no estar retrasado.

Se detiene en el aire la muerte en que crecemos como un juguete junto al corazón y es el gran silencio que antecede a la magia.

Hay un pedazo de ti entre la madera del bosque.

Son las flores universos calcinados de agua negra.

El espléndido camino siniestro se hará visible.

Mira como sube el abanico vertical de los pulpos.

Las naves del agua que se vuelve noble.

Hay una presencia de murciélago entre mis cabellos.

Todos arrastramos con lentitud de continente los carros llenos de aguja, las marcas del sepulcro, las plumas y la fiebre, con manos desconocidas, con lentitud espantosa, arrastramos nuestras cosas al dolor.

Las ropas del cadáver no caben en los nidos.

Nuestras manos han transformado las palmeras en lechos hermosos.

Las flores del pastor dispersan con alaridos a las cabezas sobrenaturales.

¡Quiero saber dónde vives! ¡ y desde donde estas quemándome la sangre!

A la costa del destino la reemplazan los ciegos

A medianoche los termómetros errantes son una especie de arcaica de redoble azul.

En una rama oscura ocurre un incendio.

Somos campanas de tela y habitamos estampas y colmillos.

Crecemos con la eléctrica cabeza rabiosa de secretos.

Mujeres de rocío galopan con la ferocidad de los lirios.

La mujer de infancia amanece al espejo con el temblor de una madre enloquecida.

El acorde de las viejas mujeres es la semilla azul de los sonámbulos.

La sombra del pájaro y el hacha.

Existen pozos esplendidos en los jardines.

He aquí el fantasma que he creado desde hace miles de años. Descansa noche tras noche en la. Rueda del bosque como un ojo inmortal.

El oropel del gato vistiendo a mis arcángeles.

Necesito un retazo de cosecha celeste.

El árbol de la maldad oculta sus telas cosidas a las ramas.

Un ramaje de niños caminan como flechas.

Crecen los dioses de un oscuro incendio ante el redoble perezoso de los sonámbulos.

La resurrección ha golpeado mujeres y sonámbulos.

La sangre del rey abandonada en una plaza: eso es lo que somos.

Somos el espacio del gran incendio y el país de la sangre.

El domador se vuelve animal

una lámpara encantada duerme detrás de mis cabellos.

Las flores sobrenaturales se movían dando alaridos en los callejones detrás de una puerta desconocida.

Hermosa amapola de un mármol desconocido en tu jardín de aceite universal restauras mis cadáveres sobre un nido celeste de pájaros universales, ay vestida de pájaros, vestida de arpa azul.

Tus ojos de océano hinchado.

Alguien sacude al tiempo sus cadáveres.

Al cielo le sobra espacio en tu país de sangre.

Nuestras manos son estatuas desconocidas que han de modelar las cosas que descienden.

El tesoro de un pastor son las flores y los pájaros que forman poco a poco un pedazo de ti.

Hay un bosque de madera extraviado en tus falanges.

Conspira en los disfraces una especie de ansia.

Somos campanas de un abanico vertical.

Llevo en algunos viajes de aventuras/ cierto juego de naipes que dice siempre la verdad.

Hay entre mi espectro solar y un hijo de adán y Eva una especie de recuerdo que nos deja sin palabras, que no tiene lenguaje.

Quinto color de mi espectro solar.

Un dios de metal quiebra el abismo de tus lunas rotas.

Escuchare la fragancia de la chispa que se hace ceniza.

Una pieza metálica que flota sobre un rio de Francia.

¿A quién puede herir una hilera de caballos atados?

Cabello blanco: cerebro rebelde.

Detrás de la pequeña mancha en el cutis deguste un simio.

Se precipitan detrás del simio.

Afíliese: en la muela está el argón.

Estoy rodeada de flores y humo en una alianza indefinible semejante a los ríos coléricos y a los niños vacíos por la lluvia.

He creado los claveles mágicos embarcados a la luz.

La hija lucida y la copa burlona caminan silbando solamente con la mitad de una flor para morir.

El misterio es para sus sueños una tierna paloma a las orillas marinas. Aparecen las flechas de mármol con dientes de cereza. Al azar se congelan los ramos como las estatuas del amor en las tardes.

Siento un alarido.

Oh mi antigua estrella del bosque de los espíritus.

Te mueves con lentitud entre los puentes de la nada.

Seremos un rebaño luminoso de cigüeñas mudas.

Las manzanas del humo.

Tus lagrimas traen un puñado de golondrinas.

Tus ojos de fuego piedra y nieve.

Tu mirada de exactitud celeste.

Y el mañana que no llega nunca.

Un sonido devastador agita el barro. Y eleva el horror.

Yo respondo con cantos y perfumes de cartas perfumadas.

El capitán retrocede y espera
ajedrez inmenso de arpas de cristal

llorar crujiendo gotas.

De vez en cuando la voz final se arrastra. Por el cuello de una jirafa y canta. Respira pisando nubes con el poder solitario de la luna.

Otras veces descansa en una piedra donde duerme el rayo y sube por los hombros que acuden desde lejos.

En ocasiones hay estrellas atrapadas en las garras de los espantapájaros.

La vejez encuentra semejantes a los cuervos y a los ciervos.

Es imposible la paz en. Mi viaje de langosta sobre estos caballos muertos.

Caigo de rodillas ante un ángel secreto y la vida es un espejo cerrado que crece como la vida crece.

Un numero vestido que habita ciertos reinos de donde puede provenir la claridad a las iglesias.

Yo no podría cantar en las iglesias más que muriendo con un solo hombre dentro del corazón.

Cada uno de los sonidos que nos pertenecen son un canto religioso.

Perezosas las máscaras y cobarde es la sangre de la resurrección, la sangre vertical de los árboles.

Crece una plaza abandonando sobre el espejo azul.

Una especie de luto temeroso se acerca a tus cabellos, pero tú, reina mía, no los oyes, no los ves, porque solo tu existes, porque eres eléctrica y rabiosa, aureola y caracol.

Precipicio donde resuenan todos los pianos del mundo.

Entre los dientes, el hielo fascinante de un lecho subterráneo en el incendio.

El caminito de aceite eclipsa el bosque de tus falanges. Hay un faro moviéndose con lentitud, entre frascos y plumas, que se entrecruzan como la fiebre y el agua, tigres que se anudan y mezquinan ropajes de hospital.

Un tesoro es un pastor con la cabeza llena de flores.

Habitamos, mi amor el espacio depravado y rojizo del siniestro pájaro de encaje.

El aceite tenebroso del bufón.

Todos llevamos dentro un ganso de gamuza.

Una mujer de cabellera negra, cuerno quemado y cuerpo de violín.

Borrar crujiendo gotas la lengua del patíbulo.

La cólera de crear el grito.

No confundas el cráneo y el cortejo.

Delirante furia de bacanal.

Los pasos del tambor.

Bestias de cuerpo glacial.

La forma de la luciérnaga de occidente es el topacio.

Es su demente juego de lirios que pone en orden el tiempo.

El crimen de las griegas es hallar en el péndulo el lamento de los hombres.

La crueldad nos aleja de las hadas.

Un cofre es un lugar inapropiado para llorar.

Aquella sensación de desencanto extranjero

la voz del nigromante nutrida de sustancia

un alce es una grúa de tren.

El autor es un gnomo de ébano que se construye en el marco de Nerón.

Mas allá, el plomo en pugna entre el resol y el alamar.

Oh brocales de caldea, oíd el clamor de los deudos.

La fiesta pasa sin regalos como las parteras.

Báltico bermellón incendiado, paroxismo ausente de la coronación, obra tuya es la árabe ojera donde un caldo de cartas y dedales. Envuelven la tarde en canapés.

La nación espera la receta salina, para trepar la amenaza, depurar los atuendos y navegar .en ofrendas a modo de promesa.

Reparar los colosos limites es invernar.

La opresiva ve un aliciente en el oratorio y sale a explorar los precipicios.

Con tiernos movimientos el patriarca vuelve a fraguar los cabellos de las muchachas.

Recuerdas a la dama de gales con esas ligas que crecen hasta convertirse en pájaros?

La aventura de los difuntos tiene la forma del topacio entre luciérnagas de occidente.

Lagrimas que siembran perlas de gusanos en las coronas de los difuntos.

Un mundo secreto espera en el vestíbulo.

El agua ríe con sonido dinamitado.

Presiento a los demonios de un circo vidrioso y al ciego que vigila las sortijas del cuervo.

Quien protegerá las aguas dolorosas cuando las cosas del crepúsculo?

La serpiente dolorosa del opio hablara de mi sangre, dentro de mi sangre entre vestigios de chacal.

En una plaza intima de Grecia entre el espejo y el perfume alguien duerme , debajo de la pequeña estrella donde un niño dejo olvidados sus juguetes.

La cosecha es un recuerdo enorme al que no puedo ir.

Sube el fuego por mis veinte cicatrices y no llega nunca.

Quiero verte en la zona del espejo derramando lagrima y miseria tallando agujeros de mercurio.

Desde una habitación tu doble alcohol de pato distrae a las pesadillas.

República de pulpos que gritan en el cielo.

Allí vas, narcótica troyana, perfumando el malecón, vestida de naranjos.

Si las cosas y los nombres cerraran las ventanas, un nuevo latido confundiría a los mortales.

Si el sol me transformara en caracol enfermo, despertaría al mar enfermo.

Si las estrellas desnudas se quemaran en la nieve, las distinguiría de los mortales.

Si las tempestades mataran a los pájaros sus plumas caerían de las guillotinas como cabellos ensangrentados.

Si un ejército de arañas invadiera las grietas de un museo me arrojaría al mar.

Si la salvación del mar dependiera del fuego, las alas de todos los pájaros caerían al unísono en señal de misericordia.

Apártate del negro perfume de las flores misteriosas.

Cerca de mi casa hay grandes sombras y una gran nube llena de difuntos. Solo la mitad de ellos piensa en morir.

Donde la antigua estrella perdió su luz secreta, habrá lugar para mi sangre.

El sol espera con una mueca extraña como de animal hinchado.

Un gusano de pies magnéticos camina hacia mi vejez con la calma de las cosas profundas.

El mundo es la conciencia de un bosque sin mundo.

El mundo es un bosque sin mundo.

El mundo de la conciencia es un bosque sin mundo.

Es preciso medir el tiempo con el anónimo reloj del gato.

En esta llave duermen los conciertos del mundo.

A la luz de un farol lloran los niños.

El gris es un extraño contemplando el mar/ un lazo extraño que me une al mar.

Alguien dejo olvidada en el umbral una vaca de alpaca donde llora mi antigua sombra.

Rebuznara entre fanales la misa secreta.

¿dónde va la marioneta en lutos con su mármol mutilado de naranjos vivos?

Un árbol agita violines de sueño.

Dentro de cada dios duerme una vela.

Rodea mis cabellos una sábana brutal.

Un bosque de cabellos se alimenta del mundo.

Tus cristales de cólera confunden al abismo.

El espantapájaros de la consumación hechiza la jungla de tus pétalos.

Criatura que contemplo con ojos extasiados.

Algo se escapa entre la hierba como la sangre, como un sello cansado.

Su retina de almizcle universal, una bruja de cuero y un reino que mira al sol.

Ella está sola, sobre una piedra esperando el mar, luminosa, inmóvil, cubierta de música.

Un reloj pacifico que la peste hechiza para amar.

El diamante podrido de una virgen extraña.

La madre arenosa de un museo de china.

Hay un estanque de agua negra, dormido como un gran loco, encerrado en los zapatos mágicos de las doncellas.

Un cuento de hadas crece en el tronco misterioso de un árbol y en sus raíces grita desaparece y canta.

Paso una nube sobre mi cabeza y supe entonces que el mar estaba solo.

Un bufón reposa entre pétalos negros.

En el agua está el reflejo del canto de los pájaros que van a morir.

En tus ojos de museo de cera quiero ver un cáliz tenebroso de sal y de coral.

Una mujer de clavos espectrales y corona de perros golpea la puerta y vive en un caballo antiguo.

Tinta de canela sobre un cuerpo ausente.

Sucia muñeca de tonel y tarot.

Un cuarto de rarezas sellado en las sombras.

Una mano pantanosa se acerca al intimo licor del sueño.

Entraste a la laguna de la puerta invisible con un manto sagrado, con los ojos enfermos y Un ángel extraviado en un fanal.

Ah esa rosa extraña creciéndote en la boca como un pequeño palacio de hierro.

Laguna de la niña encantada.

Cuando la palabra se pronuncie, todos los pájaros se hundirán lentamente en el mar.

Una pequeña noche se dibuja dentro de un símbolo y la dama en su cueva de caracol subterráneo.

La risa de los monstruos entre flores rojas.

Aprendo a deslizarme en la penumbra del estanque.

Cuatro garras en un sexo agitado son los puntos cardinales del apocalipsis.

Esta cuna extraña donde una multitud de leprosos han perdido sus guantes.

Todas las peinetas revelan un gatillo.

El girasol del pensamiento abandona crepúsculos de laja cerca del galpón de los sudarios.

El gesto fantasmal de tus manos en plegaria.

Cada uno de los sonidos que nos pertenecen formó una capa de intriga.

Bajo la ceniza está el camino.

Por la escalera de la sangre bajan los grandes esqueletos.

La belleza eucarística de tu carne translúcida, tu abanico de algas, tu manto de vapor y esos ojos mágicos de árbol degollado, capaz de llorar para atraer a los pájaros muertos.

Barca fantasmal de las consagraciones.

Mis piedras envuelven en tu cabellera azul.

¿en qué cielo vacío se anudan mis arcángeles?

Un mendigo de abanicos solitarios.

Por la noche arranco puñados de almendras al azar.

Llega la noche y aumenta la velocidad de la arena.

Marchabas como una virgen loca que ha perdido su fachada bestial.

El sueño de los vivos que no tienen lenguaje.

El sueño de los vivos no tiene lenguaje.

Los niños crucificados en el patio trasero cuelgan de un árbol degollado.

Hacia un lado o hacia el otro danzan los esqueletos vestidos de telaraña como cadáveres hechizados por un niño.

Llega la noche para atraer a los pájaros muertos.

En medio del desierto el llanto de un perro enloquecido lentamente se hace visible.

¿dónde construiremos mi gran espejo helado?

La vi jugar más sola que nunca.

Debajo de las cosas, sobra un cordero.

El ahorcado (jamás/ siempre) sospecha de la multitud.

La pequeña morada de la pluma y el horror.

El huracán del insomnio se derrama hacia el norte.

El maravilloso unicornio tiene la mirada en reposo.

Hay una fiesta pequeña en una casita negra en la profundidad de la nieve.

Allí existe un teatro de sombras donde un niño perdió las llaves del arcoíris.

Un clavel celestial le mintió a los chacales.

El eco de la tierra mudó de tinta.

Las llaves y la lluvia se salvan de la transformación

la telaraña del opio cambia de espejo.

Humo añejo de la locura, nombre inmenso del alba.

El hueco de los niños en paisajes de escarcha.

Las piedras mudas de la tinta en un país salvaje.

Rio centinela de los pobres.

Ramilletes prohibidos en semillas de cuero.

Otro lagarto de sombra.

Único suspiro del arpa en las tinieblas.

Arpa de cristal.

Insecto fúnebre de hiedra/hierba leprosa.

Aquel que piensa en la tierra, la pierde, aquel que piensa en el fuego, se extinguirá con él.

El cuello de una jirafa tiene muchas ramas.

Ahí pasa la carretilla triste arrastrada por una mujer que se deja ir sujeta por un hilo superior de sangre, perfume y ceniza.

Una pequeña noche se dibuja cerrando los ojos.

El universo es capaz de concebirse en las iglesias a menos que lo aplaste la perpetua luz de las piedras.

Un rayo de miseria cambia de cortina.

La doncella de lavanda transita las cosas con gracia colosal.

Entre tu espejo y mi candelabro, estás soñando.

Todos los rayos del nacimiento elevan la rueda única de los espacios del mar.

Como una ciega profecía dentro de mí, aquí está Venecia.

La casualidad es un veneno que lastima

© by mmedss

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