viernes, 28 de enero de 2011

ISABELLA

            Principessa de mis sueños secretos. (Dino Campana)

I -

Vieja canción mediterránea, Oh mi Isabella:
quiero heredar el áureo luto de tu sangre.
Mi terrenal, mi ultramarina, yo calumnio
tu cabellera envuelta en lepra interminable.

Santa mujer de terciopelo y clavicordio
que cada noche desciendes sobre el Huerto
siempre imitando los pasos del Altísimo.
Siempre encendiendo los sudarios de los muertos.

Soy quien recorre tu cadáver infinito.
Yo te vislumbro en la impureza y los enigmas.
Sobre la tinta espesa y frágil del letargo
Vas coronada en tu creciente pesadilla.

Mi girasol de cuervos mudos, te paseas
como la ardiente luna cruel del sacrificio.
Custodia anfibia, averno de un jardín quemado,
láudano azul transfigurada en precipicio.

Aúllas música bestial o sueño. Esperas
que te consuele por tu ilustre don macabro.
Tu noche miente con castillos en la espalda,
sobre la tela colosal de tus encantos.

II

Oh mi criatura celestial de Occidente
con tu ramo prohibido de muñecas de alambre
tu amor es un susurro lupanar y perfecto.
Tu voz es la secuela de la voz de la sangre.

Ay, mi difunta, hermosa, como una tumba ciega.
En tus manos cosechas barbazules de espuma.
En tu cuerpo espejado el tiempo es un anillo
y tus ojos levitan en un cáliz de plumas.

III

En los balcones de tus ligas espectrales
vendo tu honor de tramontana y fugitiva
bajo el farol de tus mosaicos de infortunio
vive el horror de tu indefensa melodía.

Mi profetisa, yo no sé si me comprendes,
si reconoces mi licor de remolinos.
Hada agrietada de legítima pureza:
Ignoro el mal meridional de tu suspiro.

Sílaba augusta, eco de mi leprosario.
Con tu violencia virginal de lira loca:
quiero beber de ti. coral del abandono.
Acércate al fantasma insano de mi boca.

IV

Entre las sucias acuarelas del demonio
hay un color atroz que rima con tus piernas
ese que tiene claridad de Apocalipsis
y se excomulga en el altar de mis miserias.

Oh, cavernosa, majestad de los molinos
ángel helado que te amparas en mi sueño:
mi rosa muere bajo el cisne de tu enagua
en el aljibe universal del sentimiento.

Reina hechizada por un látigo supremo
sin tus coronas no tendrás a quién salvar
Capullo enfermo, ya no cabes en la tierra.
Grieta dormida en los oráculos del mar.

V

En la obertura de tus valses de ultratumba
eres la virgen musical de mis latidos
sacudes todas las semillas de mi alma
con tu esquelética magnolia de sonidos.

Oh, mi Isabella, mi Troyana, mi Ocarina,
mi Subterránea, mi Parnaso, mi Siamesa,
mi Sacrosanta mi Zafira, mi Virtuosa,
mi Translúcida, mi Tul, 
                                                               Mi Principessa.

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