A Fernando Peña
Soy el Espantacuervos
Luminoso y macabro.
Un peregrino que espera la lluvia o el dolor.
Una huella dormida en el umbral
Que nada sabe,
Yo comparto los tesoros del mundo con mi próximo fantasma.
Alguien me halló desnudo
aferrado al cadáver de mi reino
Cubierto de hiedra y esmeralda,
De serpientes e incendios....
mi cabeza rodando hasta mis pies como una tumba.
Es doloroso el rapto que nace y que renace en mi pecho,
En las máscaras,
En las cabelleras...
Es la terrible voz de mis estatuas.
Tiemblo ante la sangre y la última campana.
Soy un incendio clave
provocado por siete demonios.
De mi sangre brotan las arañas,
De mi sexo los vidrios mortales de la sospecha.
Y vivo atado y perdido en espejos del amor.
Una danza restaura la joya de la perdición.
Un tambor secreto imita los rugidos y el desmayo.
Soy el Espantacuervos,
Me escondo en la canción de las tormentas.
Duermo sobre cabellos de seres clandestinos
Y bebo la leche inmortal de los desiertos.
Soy el Espantacuervos
Y nunca respondo.
Soy un espejo de cuerpos devorados
Una canción miserable creciendo en los pantanos
Un grito que redobla sus cálices,
Una multitud de cuchillos,
Una lágrima llamando a los corderos,
Llagado entre almas
¡ un héroe perpetuo?
La semihuella de un túnel que conduce a mí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario