con Salvatore Quasimodo
Señor,
¡Cuánta tristeza en mi corazón de carne!
Mi sangre y un abismo cruzando la tiniebla.
Un poco de mi sangre en látigos de espuma.
Es la casa perdida.
¿No la ves confesándose en las puertas del mal?
¡Cuánta tristeza en mi corazón de bronce!
Las voces quemadas repiten el mensaje
y la canción de la muerte fundó el terror sobre la única gran torre.
Los mirtos trazarán el camino del mundo.
Oh Señor
¡Cuánta congoja en mi corazón antiguo!
Otra vez la promesa,
otra vez el cordero que reza y que regresa.
Un pétalo quebrado en un corazón quebrado.
Oh Señor, mi Señor
¡Cuánta tristeza en este corazón humano!
¿Qué es entonces lo que habla y se mueve desde la belleza?
¿Qué yace tras lo oscuro?
¿Qué convierte al hombre ornamento y en pétalo al fantasma?
Oh, Señor,
¡Cuánta soledad en la casa perdida!
Casa de puertas ruinosas y paredes más blancas que los muertos.
Señor,
¡Cuántos abismos cruzándose en silencio!
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