La delicada aguja del infierno (Enrique Molina)
La tumba...
la crisálida negra que espera el aplauso del verdugo
la mano del verdugo,
la letra invisible que se asoma a lo lejos,
el llanto de los pobres...
Estoy aquí,
en las tinieblas,
en la maldad que gira en torno al abismo
donde duermen las lágrimas del mundo;
una canción ajena a los durmientes
una roca,
un leño intacto como un preludio de gracia.
Huesos de hombre y de bestia: Señal de la batalla.
II
¿Seguiremos la ilusión del pájaro
que trae penitencias de fuego en los ojos?
¿Dominaremos el mar
con nuestras manos desiertas?
Nos aguarda un templo de silencio en las entrañas
Tendremos que escucharlo.
III
Pequeña, como el hombre que se teme a sí mismo.
Enorme ,como un renunciamiento,
que es humildad
y es tiempo
y es la sombra,
es oscuridad y rebaños de sangre.
IV
El poema es la vida
que trasciende en el violín del alma
ó un naufrago soberbio en sus miles de tronos.
ALLÍ VIVE LA MUERTE.
En las mismas palabras que construyen caminos
que trazan horizontes tremendos sobre una danzallama
que son plumas
y perros en lo alto
o fantasmas de carne invisible.
V
Oh! MUERTE, MUERTE!
¡Cómo elevas tus alas tras de mí!
¡Oh, Muerte!
¡Muerte a ciegas!
¡Muerte de los estanques
y las arenas de la Muerte!
¿Qué traes?
¿Qué escondes en esos tules increíbles
que me olvidan en la lluvia nocturna
y acuden junto a mí?
¡Vuelve a mí los ojos!
Esta es la hora.
Ya oscureció tu manto sereno.
Allí está la danza.
Aquí está la tiniebla,
encerrada en mis puños como un pájaro muerto.
VII
“Esta es La Batalla”
Brillando en cuerpos ajenos
- como relámpagos-
Aquí está mi tiniebla: En lo alto del alma.
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