viernes, 28 de enero de 2011

LA PALABRA DEL MAR

Cada día el mar intenta acercarse

y pronunciar la palabra que desconoceremos.

1
Es la criatura exhausta
que siempre vuelve en la mitad oscura del relámpago
con una flor pegada a la altísima columna del presagio.

Es la huella de lo deshabitado;
la única sombra donde sólo imploran los que no han nacido.

Es el paisaje eterno que se cuelga del mundo,
de los vientres ajenos,
de los caminos envueltos en ceniza.

2
El mar conoce a las doncellas envueltas en tules de sangre,
a las músicas sagradas;
a las terribles músicas.


El mar todo lo sabe y todo lo oculta;
todo lo calla y todo lo presiente.

Aprende nuestra lengua y nos llama
con lamentos de criatura exhausta.

Es la rueda del dolor que gira y que no cesa.


3
El mar no sabe llorar
y es un esclavo.

Le entrego mis cadenas más amargas,
más rotas...
más cadenas

El mar conoce la respuesta y nos salva.

Nos consuela, nos arrastra y devora nuestras arpas rotas.

Es el fin de la noche terrestre
que comienza en la noche del alma.

4
El mar siempre vuelve
en la mitad oscura del abismo
con la huella demente,
con la terrible ausencia;

y cierra la puerta sinuosa del pasado.

Es la espada tenebrosa que erige las estatuas
y es el orgullo que las deja caer.

Y es La Estatua
que saluda con pañuelos inmensos a la sombra,
amordaza a las naves
porque no quiere espantar al rebaño terrestre.


5
El mar no cabe en la enorme cavidad del fuego
y se parece a la sangre de los que se enamoran.

Es la voz que arrulla a los eternos.

Es un sol ahorcado y un rincón de lluvia.

Un paisaje a la medida absurda de un piano al alba.


6
El mar es siempre la distancia entre Dios y los hombres.

El Verbo y la Palabra

que,
          inexorablemente,
                                       nos encuentra.




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