Abrídme esta puerta a la que golpeo llorando (Apollinaire)
I
Soy un preludio de sirenas,
un camino por donde ya no pasa el viento.
Soy un ave pequeña, con un ala pequeña
anclada en un cielo antiguo
en un mar que nadie contempla.
II
Señor,
llevo un diluvio sepulto en la sangre,
por eso he venido.
Señor de las historias nobles,
Señor de los nobles recuerdos,
he llegado hasta aquí con mi ramo de gloria
con mi humilde farol tiritando en los brazos
entonces...
pronuncié tu nombre
y me detuve
en el portal vacío.
III
Bajo mantos de piedad y de silencio
aquí estoy,
ciega y enferma
con mi puñal solitario
que se hunde para siempre.
Escúchame y no temas.
Abreme la puerta Señor de los Dominios.
He venido a buscarte
porque tengo en las venas un huracán de sombras.
¡Oh Señor, mi Señor!
Escúchame que traigo en el pecho
la voz de las Iglesias
el sol de Los Durmientes
la mirada de los que gimen en ataúdes vacíos.
¡ Señor!
Baja los ojos un instante
Son tan azules mis manzanas de frío
que he llegado a caerme a los pies de la noche
Es una hiena gris atada a mis tobillos.
IV
Canto esta muerte rabiosa
con las manos tendidas frente al océano,
con esta nube de pólvora flotando en mis entrañas,
con la carne de un ciervo apresado en las antiguas cavernas,
con un redoble de sangre dentro de los ojos,
con el Santo Sepulcro
trazando un horizonte inmenso tras las tumbas
y una horda de jinetes
que asoman entre cenizas
y atraviesan el fuego en un solo corcel
y te venera,Señor,
en las cenizas,
y en el fuego.
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