viernes, 4 de febrero de 2011

TODOS LOS SERES HUMANOS PROVOCAN LA CAÍDA ABRUPTA DE SU FANTASMA


Yo conozco una estatua que se esconde bajo un lento rumor de cera,

que padece la fiebre universal, y lamenta su carencia de huesos. 
Es una hada perfumada con manzanas del Atlántico
Por cierto hay algo que la diferencia de las demás: sólo puede ser vista bajo la luz de una lámpara después de medianoche.
Ya ven que no es una estatua convencional puesto que domina perfectamente los idiomas y la hechicería;
es por eso que instruye a su fantasma en griego y en latín, para no divulgar sus técnicas más que a sus antepasados.
En ocasiones resulta ser muy reservada y no puede disimular su soberbia.
Cuando cree que la pierdo de vista da unos pasos hacia el mar y asusta a los niños
pero normalmente los acuna en su regazo y los entretiene con una llave mágica…
Admira fervientemente a la virgen subtropical de los sudarios (aunque muchos dicen que en sueños se le parece bastante)
Cada vez que voy a misa ella me espera, paciente, en el umbral, y procura no interrumpir el paso de los otros fieles con su larga cabellera y su manto de plumas.
Yo la conozco bien:
Es perversa como una lira perversa y legendaria como la escoba de una bruja
por eso yo le tengo mucho respeto.
Tiene la manera demencial de los planetas y esa forma astuta que impacienta mi saliva….
Si vieran con qué dulzura pastorea a su unicornio y picotea suavemente las uvas y los girasoles, no sospecharían siquiera de sus oscuros atributos.
Un día llegó de Hungría con su primogénito encerrado en un reloj de arena.
Y mintió, diciéndome que un escultor la había abandonado minutos después de terminarla.
Y yo le creí.
Desde ese día nos miramos con cierta desconfianza.
Últimamente se ha comportado de manera extraña, tal vez por eso cada vez que pierdo la conciencia agita mis visiones con su mantón de Manila ; y si la recobro se enfurece y se arrastra sobre mí como un saurio desvelado.
Debo confesar que  a veces me sorprende y se transforma en una puerta que se derrumba o un frasco de brebaje a punto de volcarse.
Pero, francamente, no es fácil convivir con ella, porque es una estatua muy delicada y cualquier golpe podría romperla. Además debo poner sumo cuidado en no gritarle ya que se asustaría tanto que en 75 años no dejaría de llorar. Me ha pasado una vez y me juré que nunca más cometería ese error.
Una tarde yo contemplaba con real admiración sus corales de condesa, su arlequín de yeso, su retina caliente, su escrupuloso juego encantado…cuando una mano invisible descendió sobre mí
y la breve cólera del infortunio no tardó en aparecer…
En uno de nuestros largos paseos por Hungría, me di cuenta de que ella jamás pudo haber estado allí…entonces decidió confesarme la verdad
y me dijo que sólo era una estatua y todo lo demás era producto de mi imaginación.
© Madammedussa

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