Quiero contar la historia y pintar la figura de su manto en la nieve. Quiero que su imagen de amapola y rubíes ennegrezca por dentro y agigante sus huesos de retoño enjaulado, y transforme al nácar.
Que el mundo la odie, la libere del miedo, la descifre y la engañe, la estañe de miseria.
Que admire contra su voluntad y muera y en la consagración del instante en que se convierta en virgen. sea el purgatorio y la razón del suspenso y la perdición de todos los que la suponen.
Y bien digo “suponen” porque esa mujer, no existe.
Ella se oculta en el silencio, en la mitad oscura de una estrella oscura, donde se cierra la puerta interminablemente…
El latido y la sombra; el tacto y el mensaje,
El hueco que un dios dejó olvidado en las paredes ruinosas de un templo.
Es la hiedra que trasciende el cuerpo de la hiedra, el perdón de las cosas que asoman por la boca de los muertos.
Era la dueña del abismo: repetía un canto cortejando al miedo
Mi mujer sagrada Madammedussa:
Museo de sí misma
en la sal de las réplicas.
Supe reconocerla por su manto de dragones e la cabellera, de su estirpe manaba un ladrido de perro y al caminar la huella y la silueta antigua fijaban sus metales para pedir silencio.
Reinaba entre pasos fúnebres, con la cabeza en un puño, desde una cruz salvaje que nadie podía contemplar sin antes sentenciarse eternamente ante una espada.
Lo sé porque anduve los caminos de esa cruz salvaje y golpeé las puertas de su reino y el corazón me sangraba.
Hada inmaculada, vestida de la herrumbre, casta entre montículos de espasmo…
…en lupanares tejía fragancias de romero y terror frente a la rueca de su madre alcohólica. Azotaba iglesias con temblores arcanos.
Justificaba su existencia con una vela en la frente y una rosa privada.
Volcán de luto, nutría las cenizas de un cangrejo preñado y revelaba los secretos del mal a las flores marchitas de un tal “Baudelaire”.
Esa mujer era un ángel turbado y el martirio…
Llevaba en su poder la llave destinada a cerrar el mundo y abrir la tumba de los pecadores.
De costumbres puras y encendidas concedían sus ojos la mortal ceguera y ada noche frotaba lascivamente su cuerpo con aceites gemelos de esplendor.
Practicaba la comunión entre sábanas y guardaba cuchillos bajo la lengua para lamer en peligro a todos los hombres.
No, no había dudas de su espinazo de loca, su dulzura de claustro, sus carnes abiertas en pecados terrestres, su multitud venenosa.
Esa maldita era dueña del mundo y yo la odiaba por ser más que la Tierra, con su altura de océano y su boca estampada en el cráneo.
De su espalda nacía alguna vez la muerte.
Esa mujer antigua: Conocía la palabra espanto.
Poseía la proximidad para tocar el ruego con un solo anillo y la obstinación de las garzas reales.
Llevaba el nombre de lo desconocido, tenía siete nombres para siete misterios y pronunciaba una sola palabra.No importa, caballeros, cuanto la busquen, es imposible hallarla.
Lo sé porque anduve por los caminos de su cruz salvaje, golpeé las puertas de su reino y el corazón me sangraba…
Era espesa y esposa del don y del presagio, de la luna del muerto, del vino, del cálido final de las estatuas, de las sirenas errantes, de los murciélagos continentales, de un pozo ciego y, a veces, del demonio que andaba por los caminos de la cruz salvaje y venía a su reino a golpearle la puerta, y el corazón le sangraba.
Madre Sonámbula, madre de los locos y los muertos, y entre todos le arrancaban el vientre. Cada hijo heredaba su propia antorcha, su sombra y una corona inmensa, para comulgar y hervir con ellas en una torre en llamas.
MADAMMEDUSSA: inaccesible, predicadora, infame, iniciada, polvorosa, intacta, esplendente, poderosa, desvelada…
Sus ojos eran puertas cerradas para mirar el mar.
Era una mujer profunda y el estanque de la angustia.
La pureza asediada y perfecta del castillo perfecto.
Preñada vivía en su traje torneado con su rosa imposible y asi partía a medianoche y sembraba la espuma en un candil repleto de arañas.
Dejaba en su andar un lecho de enigmas sin respuesta posible, un recuerdo agrietado sin órdenes ni sacramentos.
Observaba en éxtasis el destino de su prole; obscena y carnosa digitaba la señal, roía su metal de partera.
Rescataba secretamente al polvo del terror y a la belleza en su botella más húmeda.
Más tarde la bebía y su voz componía los astros.
En estrofas podridas me llamaba, para que le cosiera el vientre y mantuviera los ojos fijos en su sexo…y le entregara todas las coronas de su raza.La magna me cruzaba en lazos vertiginosos y después…me salvaba
Vivía en su lámpara infernal que cabía en todos los pesebres del Mundo.
Era traslúcida y serena como un capullo muerto…
y un río gastado: en sus orillas temblaba la noche.
y el miedo abría su próxima columna.
Bajo la Tierra ella vestía de mujer cerrada.
Lo sé porque anduve por los caminos de su cruz salvaje, y golpeé las puertas de su reino
y el corazón me sangraba, y era otro el reino y otra la respuesta, y una luminaria repetida me acercaba al instante en que se funden los espejos de la vida y la muerte.
En ella se encarnaba el retrato de una obsesa.
Sobre sus párpados alojaba criaturas
que en la espera despertaban corderos tenebrosos.
Mujer suicida que dormía en mi santa mujer…
Con dotes medievales se ahorcaba cada noche en la plaza pública frente a un hueso de pato, y juraba sobre el fuego que había pecado desde el día anterior a la creación; pero tenía en sus ojos tantos jueces y tantos ¡Salve! que la piedad de un mendigo al pasar la expiaba en nombre de su hermano en lo alto de las aguas a cambio de un trozo de pan.
Ella era mi mujer universal, mi dama errante y sonora, la voz que calcinaba su gala en el azufre, mi lira estremecida por las voces prodigiosas, mi talento de ciego y penumbra.
Ella me amó – yo sé que me amó- en temblores ,con una serpiente en la boca y sangrando.
Solía alimentarme en silencio con ijares de tigre y de sus pechos bebía manjares pantanosos.
Callaba por temor a olvidarla y fracasaba para no perderla.
En mis desalientos la busqué
(¡Dónde no buscarla!)
Rompí la tibia muralla, pequé de aciertos, toqué la llanura imposible pero jamás, escúchenme, jamás llegué a perdonarla
Aunque me legara su legión de perros, su verdad y su manto de piedras no llegué a perdonarla, cuando hace 300 años cada día y cada noche anduve por los caminos de la cruz salvaje buscando mi esqueleto, mi lenguaje y mi sombra, gritando y blasfemando contra un ojo demente , con el luto de mi voz y el extravío de su lira impredecible.
Oh ruinosa…
Glacial rompiente de brotes invisibles…!!
en licores velados, y enaguas de idiomas la llamé, en todos los dialectos pronuncié su nombre
Y el enigma tejía su frondoso silencio.
y no llegué a perdonarla.
Fui el pecado y el huerto del desprecio.
Le imploraba en cenizas, le contaba historias para que se callara y me mintiera (como se miente a un niño que llora)
Y quebré en mil pedazos mi instrumental quimera y -próximo- golpeé las puertas de su reino -y era tarde, y era otro reino-
y el corazón me sangraba
y yo sólo le traía este cordero envuelto en harapos que ella había olvidado en mi espejo, y que aún la llamaba…
Y una sentencia perpetuó el disfraz…
Y la hallé, en una mueca victoriosa, ahorcándose y temblando
en su trono elegido,
de medusa enferma.
© Madammedussa poema del año 2001 aprox
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