Abro los ojos, lo huelo, como un recién nacido a la leche materna, lo identifico, lo veo, estoy presente, lo siento, lo dejo entrar, vibro, le abro el cuerpo entero, me atraviesa la piel como un hechizo transparente y sutil, me descoyunta palmo a palmo. Soy su marioneta infernal y hermosa. Se apodera de cada uno de mis huesos, desorganiza mis músculos y desborda mi sangre hasta controlarlo todo. Lo respiro y tiemblo, me quedo sin aire, la garganta no me responde, cierro los ojos, espero, vuelvo a respirar, me arde, lo sufro, lo gozo, lo palpo, lo degusto, el corazón me explota como un cohete espacial despegando a Saturno y sonrío...
Y por sobre todo lo humanamente concebible, esa túnica espectral, invisible, brillante, inconmensurable cae lento sobre mí como una pluma y brutal como una locomotora. Inevitablemente me aplasta, me ciñe, me cubre, me rodea, me invade: EL AMOR.
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El Universo Conspira a favor de quien respira AMOR.
22/02/2020
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